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Generalidades

Dificultades de un Huerto




1. Muchas personas se han decepcionado muy pronto de su Huerto, ya sea porque da muy poco en comparación al trabajo invertido, porque se ve muy feo, o, como les sucede a la gran mayoría que ocupa personas de origen campesino —y que no siempre son hábiles con el tema—, que obtienen, por ejemplo, una impresionante cantidad de lechugas en una sola cosecha —como para vender en el mercado—, para pasar luego varios meses sin ninguna.

Backyard Market Gardening:
The Entrepreneur’s Guide to Selling What You Grow
cover
de Andrew W. Lee, Andy Lee, Jim Hightower

Es muy importante entender que en un huerto se pretenden una serie de imposibles que sólo con práctica y buen ojo dejan de serlo. Pretendemos que una lechuga de origen tibetana, se dé al mismo tiempo que un zapallito italiano (zuchinni), que es natural de Chile, además de un montón de tomates, el fruto de un árbol tropical que llega a medir 8 metros, y todos en el mismo suelo, además de fuera de época.

Así, el intento de un huerto siempre topará con la pretensión de reunir en un mismo suelo, especímenes que requieren de diferentes nutrientes, diferentes ciclos de luz y temperatura y que tienen incompatibilidades no sólo ambientales sino que también “anímicas”: cada planta tiene su “onda”.

La primera dificultad, entonces, es que el “jardinero” comprenda que su huerto no es como el supermercado o la Vega Central donde se encuentran preciosos especímenes provenientes de enormes monocultivos en muy diferentes lugares: es la ensalada con papas de Chiloé, tomates de invernadero, pimentón de Copiapó, lechugas de Concón, porotos verdes de Maipú —pero en conserva—, y con cebollas, ajo o chalotes, por supuesto, del sur. Etc., etc.

En nuestro caso el huerto es el que manda. Si se ha dado una preciosa coliflor, aunque ésta dure mucho más tiempo en la mata que en el refrigerador —o que en el mesón de la feria—, y aunque no a todos en la casa les guste o a todos les reviente el olor al cocinarlas, cuando está lista hay que comérsela.

Nadie va a comprar al huerto. A éste se va a cosechar lo que hay para cosechar, y si no hay nada, en fin, sólo entonces a la feria.


2.
Normalmente los huertos tienen “partida de caballo de carreras” (y llegada de burro). En esto inciden casi siempre los mismos tres problemas: el huerto está tan bonito que me olvido de fertilizar; segundo, el huerto ha dado tanto… que me olvidé de fertilizar y, tercero, que me da tanta lata… fertilizar.No conocemos a nadie que no le suceda alguno de los tres problemas mencionados y da lo mismo: siempre el fertilizante llega cuando es tarde y su necesidad ha llegado a ser obvia. Es como decir “mi’jita, la guagua está flaca” y que le contesten “ah, entonces le voy a dar un poco de pecho”. Para que las plantas crezcan necesitan una enorme disponibilidad de alimento, y como se alimentan del suelo, es éste el que debe ser alimentado.

 

3.
El perro, el gato, el conejo, el caballo y “es que los pájaros…”
Son todos problemas conocidos que no son graves si se les previene con la debida antelación.No hay perro que no coma zanahorias, para lo que por supuesto deben escarbar y jamás lo hacen con sutileza. Sin embargo, supongamos que los perros propios no pasan hambre y que los frutos que siempre comen —zanahorias, uvas, manzanas, peras— están incorporados a su dieta por medio natural o de algún buen sucedáneo (ojo, muchos veterinarios están en desacuerdo con esto, consulte al de su confianza).

Para evitar otros desmanes, es conveniente ir desde un inicio con el perro al huerto, que naturalmente tenderá a pisar donde lo hace el “jardinero” y no donde lo retan.

El gato aparentemente no es un problema grave excepto cuando se sube a la mata de maíz para obtener un choclo y chuparle el jugo que les gusta tanto como la leche o cuando persigue a un pájaro u otro animal, donde el beneficio es mayor que el daño. Hay gatos que son excelentes cazadores de conejos, no sólo de ratones, y los conejos les temen a todos los gatos por igual.

El conejo, como cualquier roedor, se encuentra con mucha más frecuencia que lo que la gente supone pero también se les echa demasiadas veces la culpa por lo que hacen ratones y pájaros. Sin embargo, un par de conejos —como las gallinas— pueden arrasar en una noche con un huerto en formación. La mejor manera de protegerse de ellos es con un cerco con malla de un metro enterrada unos veinte centímetros. Muchas personas creen que los conejos saltan, pero en verdad son mejores cavando. La otra fórmula es una luz encendida durante la noche, mientras ésta sea de sombras pronunciadas y no que se difumine suavemente. El cambio luz/penumbra debe ser violento, como con los focos halógenos. La gran mayoría de nuestros roedores comen en la oscuridad.

espantapájaros realizado con un cordel, una papa y unas cuantas plumas
Arriba: un sensacional espantapájaros realizado con un cordel, una papa y unas cuantas plumas. La gracia es que con la brisa se mueve.

Las gallinas sí saltan. Un huerto se lleva bien con ellas sólo si están dentro de un gallinero seguro.

Los pájaros. Estos sí que pueden ser un problema. La mayoría de ellos se alimentan muy temprano en la mañana. Antes del alba y cuando nadie los ve. Aunque los especímenes del huerto no les son muy atractivos cuando están crecidos, sí lo son cuando están tiernos o cuando la fruta está verde. Es natural descuidarse en este último caso, ya que cualquiera pensaría que no se acercarán a la fruta cuando todavía no está dulce; el caso es a la inversa. El mejor remedio es el espantapájaros pero sí y sólo sí cuando tiene algo de movimiento —algunos cordeles de colores, por ejemplo—, y cuando no es el mismo espantapájaros semana tras semana. Si no, no harán más que tomarle confianza y terminarán anidándole encima.

Los pájaros son mucho más graves en los períodos de migración cuando enormes bandadas que han volado un hemisferio pasan agotadas y muertas de hambre sobre nuestras cabezas. Estas pueden ser sorpresivas, no vimos ninguna a las cinco de una mañana de primavera, pero no quedó nada de nuestro almácigo de lechugas.

En pleno invierno, sin nada que comer a la redonda, también pueden ser plaga, pero, cuidado, no todas las aves lo son. Muchas de ellas pican el suelo en busca de gusanos, removiéndolo y oxigenándolo; otras se comen muchos de los insectos o animales que podrían hacernos daño. Lo mismo con los ratones que controlan a los caracoles. Eliminen a los primeros y se llenará de los segundos. Claro que si le gustan y se los come…

¿Y sobre los caballos? ¡Dios nos libre! Pero no pasa casi nada. A pesar de que también les gustan las zanahorias, buscan más que nada sus mismos pastos de siempre. Las huellas de sus pisadas se pueden deshacer con un buen riego.


 

4.
El eterno “me traje unas semillas que te mueres” o “mira las semillas que me trajo mi abuela”. Casi así mismo entraron en Chile la zarzamora, los gorriones, las garrapatas de los perros que llegaron con las importaciones de especies finas después del boom… Lista a la que podemos agregarnos a nosotros mismos.Hay un enorme riesgo con las especies foráneas y no sólo desde el punta de vista del desequilibrio ecológico. En el hemisferio sur —por la masa oceánica— el clima es mucho más “suave” que en el norte.

Madrid está en el paralelo 40, Roma y Barcelona en el 41, París en el 48, Londres en el 51 y Berlín en el 52, todos de latitud norte. Todos, desde nuestro punto de vista, más al “sur” de nuestra Concepción, y con inviernos muy crudos o veranos más que cálidos.

Aparte de esto, Chile es un gran exportador de semillas y esto gracias a los veranos largos y sin lluvias de su zona central, lo que permite floraciones completas.

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