Descubrimientos y anécdotas culinarias.
Hace unos días vagaba por el supermercado mientras mi esposa cargaba el carro con la parte latosa de las compras, y encontré entre las carnes congeladas unas cajas de cordero de Tierra del Fuego que están empezando a ser ampliamente publicitadas.
Hacía años que no preparaba cordero, primero porque hace mucho tiempo que no encontraba calidad convincente y, segundo, porque cada día uno se va haciendo más vegetariano. Sin embargo el envase y la receta de una variedad de estofado impresa en él, me tentaron.
A pesar de la reticencia de mi familia —mis hijos nunca habían probado este tipo de carne— la preparé según las instrucciones de la receta.
Recomendaba descongelar el producto durante 24 horas en el refrigerador pero descubrí que requería de al menos 12 horas más y al momento de cocinarla hice dos variaciones: la mitad del tiempo recomendado para la cocción fue en olla a presión y la otra mitad fue en olla de greda a fuego mínimo, destapada para la concentración del jugo. Resultado sensacional, al punto que lo repetimos este fin de semana pasado —con otra receta más propia pero más o menos el mismo procedimiento— para impresionar algunas visitas que se repitieron hasta no dejar ni una gota de nada.
El producto: excelente… y bueno, la mano también.
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